Todos los petrolheads estamos equivocados

    Y es que la realidad puede ser muy dura. Fijaos lo que está pasando con los coches de los últimos años. Están desapareciendo muchos deportivos, se impone el downsizing, los SUV, los límites de velocidad respaldados por helicópteros con tecnología militar, la conducción semiautónoma… Cada vez menos fabricantes nos apoyan como clientes objetivos, porque mucho ladramos, pero poco mordemos.

    Al final los planificadores de producto piensan si es más sensato satisfacer a la aplastante mayoría de gente que suelta la pasta o a una minoría que es mucho de dar «me gusta», bajarse imágenes para decorar sus escritorios y saberse los diámetros de las tuercas del motor, ¡pero de comprar, más bien poco! Esa gente no da dinero a los fabricantes, sobre todo si compran modelos descatalogados de cuarta y quinta mano que luego no pisan los talleres oficiales.


    Todos los petrolheads estamos equivocados

    No tengo complejos en admitirlo, soy un bocazas. Si de mi dependiese, tendría en mi colección particular un Toyota GT 86, un Mazda MX-5, un BMW M235i, un Ford Mustang 5.0 V8, un Chevrolet Camaro 6.2 V8… y un Abarth 500 Biposto para hacer recaditos y recorrer la M-30 al corte de inyección. A la hora de la verdad, mi sueldo solo da para comprar esos coches a escala 1:24. Y me quedan dos años más de letras para terminar de pagar el Prius.

    Suelo refunfuñar y protestar porque cada vez menos fabricantes hacen coches que me gustan, y cada vez hacen más cosas que detesto profundamente. Al final, no sé si por locura, enajenación mental transitoria, consejo vinculante de mi futura mujer o la alineación de los planetas acabaré con un subebordillos de tres cilindros, tracción delantera y caja de cambios automática, eso sí, con llantas de 20 pulgadas e Internet instalada en el salpicadero para escuchar en Spotify toda la discografía de Leonard Cohen.


    El otro día uno de mis compañeros de clase me recordaba una horrible verdad, en todo 2015 se han matriculado en España apenas 50 Toyota GT 86 y Subaru BRZ. Digo estos modelos porque son un buen ejemplo de coche para quemaíllo de fabricantes generalistas que casi nadie compra. Los Premium hacen coches que me molan también, pero hasta que no se deprecien una barbaridad solo voy a poder babear cuando los vea. Y ojo, 2015 ha sido el mejor año en matriculaciones desde 2008.

    Todos los petrolheads estamos equivocados

    A veces los dueños de los SUV me dicen, no sin gran parte de razón, que con la cantidad de resaltos urbanos que hay, problemas de espalda generalizados en la población, tanto límite de velocidad que no te puedes saltar, tanto radar y tanta puñeta, para qué diablos querrían un coche de estos. Ellos van tan tranquilos en sus SUV, temerosos de la DGT, con espacio para todas las cosas que cargarán dos veces al año. Los capullos como yo tendrán que pasar los resaltos muy despacio, y si llevase roscadas, pasaría los resaltos a la misma velocidad que las tortugas, o destrozaría los bajos.

    También me decía eso el otro día un lector, con una ortografía y gramática digna de alguien que ha sido tirado en una isla en los años 40 sin saber leer ni escribir, y que se acaba de topar con el equipo de rodaje de «Adán y Eva». Me dijo: «Si no puedes pasarte los límites de velocidad, ¿para qué quieres tantos cilindros?» (la frase original la he traducido a cristiano). BMW tiene razón, y hace bien en hacer coches de tracción delantera con tres cilindros, es lo que pide el mercado, y puede ser muy Premium con la combinación adecuada de tapicerías y contrastes de interior. Eso es lo que importa, el resto a la gente normal le importa un carajo, ni que fuesen a desmontarlos ellos mismos.


    Empiezo a pensar que debería cumplir con mi deber de ciudadano y tirar el Supra a un desguace, es un coche viejo, obsoleto y contaminante, la ANFAC no se equivoca. Un diésel puede gastar la mitad y podría moverlo más de 2.000 kilómetros al año, y con lo que me den del PIVE podría comprarme unas llantas más reshulonas para mi próximo petrolero. No suelo pasar por la M-30, ni me meto en Madrid en episodios de alta contaminación. Pero como dijo Quijote a Sancho, donde fueres haz lo que vieres, ya que voy a contaminar, lo hago como todos los demás, con un buen diésel que se salta a la torera los límites legales. Por no desentonar.

    Ya no quiero volverme a sentir imbécil cuando me pare la Guardia Civil tras haber entrado en una rotonda con el Prius a tres ruedas. La próxima vez, que me paren con un SUV, entonces podré alegar que yo iba a 40 km/h -o’clock- y que el coche se empezó a tumbar por causas ajenas a mi voluntad, es que el coche va así.

    Todos los petrolheads estamos equivocados

    Si los fabricantes cada vez hacen coches más lógicos, eficientes y espaciosos, tengo que estar equivocado. La propulsión trasera al final no se nota en el día a día, y es mejor llevar un buen tracción delantera con un habitáculo más espacioso, por si vuelvo a engordar y me faltan centímetros. Además, ninguna mujer querrá formar una familia conmigo si no tengo un SUV, pensará que no le daría valor a mi progenie. Y se buscaría a otro con un SUV, seguro, que ya soy mayorcito para caprichos de adolescente.


    Romperé a martillazos los detectores de radar. Me compraré un SUV petrolero tricilíndrico que me cape la velocidad máxima en función de la señal, y que yo no tenga que hacer nada cuando me distraiga mirando al paisaje. Así podré empezar a desentenderme de la conducción hasta el día que un coche conduzca solo por mi. A este paso, como periodista del motor no tengo ningún futuro, debería buscarme curro en un medio que hable de teléfonos móviles, wearables y neveras con Internet IPv6.

    Ahí tenéis a los americanos y a los orientales, unos atrasados, que aún se empeñan en hacer motores grandes, poner propulsión trasera que los clientes no aprecian, o hacer diseños que se quedan desfasados cada cinco años. Los alemanes sí que saben, el mismo diseño una y otra vez, con cambios en el lenguaje, dan coherencia y solidez, y sus coches siempre son reconocidos. Qué diantres, los alemanes hacen los mejores coches del mundo, por eso hay tantas conspiraciones contra ellos.

    También estoy equivocado respecto al GLP, el día menos pensado mi coche sale volando, como ese taxista de Barcelona. Todo por ahorrar unos miserables 3-4 euros cada 100 kilómetros, la vida vale mucho más. El gasóleo es el futuro, la OPEP dice que hasta 2050 los motores convencionales serán el 94% del mercado. ¿Cómo voy a llevar la contraria a gente que pilota tanto del tema?

    Es el momento de que os arrepintáis y me acompañéis en el sendero de la verdad. Estamos equivocados, y tenemos que ver la luz. Dejemos de apostar por modelos y marcas equivocadas que aún viven de los réditos de los años 80. El día menos pensado ahorran la mitad en chapa para bajar el peso, y volvemos a la seguridad pasiva tan lamentable que tenían los coches de esa época. Es el momento de apostar por la lógica, la sensatez, el sentido común.

    Elijamos mejores coches, seamos mejores conductores, y paguemos religiosamente todas nuestras multas. A buen seguro han sido merecidas. Coloquemos ambientadores de pino en el interior, el muñequito de Elvis en el salpicadero, y pegatinas ridículas en los paragolpes. Miremos por encima del hombro a todos esos que conducen como locos y van en coches peligrosos, ellos sí que están equivocados.

    NOTA: Antes de que llames a emergencias pensando que me he vuelto completamente loco, mira el calendario, y entiende que has sido objeto de una broma. El día que piense así, te ordeno que si me ves por la calle, me atropelles. No denunciaré. Me harás un gran favor, y si no he sido padre, se lo harás a la humanidad también. No te tomes en serio el artículo, aunque contiene datos totalmente reales.

    Feliz día de los inocentes.

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