La evolución, brillo y caída en desgracia del diseño de salpicaderos en Estados Unidos

La evolución, brillo y caída en desgracia del diseño de salpicaderos en Estados Unidos

Curiosamente, tiempo atrás las cosas no eran así. De hecho, si uno echa la vista atrás se pregunta cómo han permitido y solicitado los clientes norteamericanos unos interiores que han perdido todo, absolutamente todo, su atractivo de décadas atrás.

Vamos a hacer un breve repaso, con ejemplos concretos, al extraño proceso de mejora, logro y decaída sufrida en los tres grandes.


Una vez escuché a un cliente decir una frase completamente realista. Puede que te compres el coche por sus líneas exteriores, pero la realidad es que vas a pasar la mayor parte de tus horas con él aposentado en su interior, así que debería importante más cómo es ahí dentro que cómo resulta por fuera, pues el exterior es lo que verán los demás…

El otro día en Motorpasión publicaban un curioso y recomendable artículo sobre el origen del término «salpicadero» (lo puedes leer aquí). Las primeras épocas de los vehículos automóviles con formas ya similares a lo que hoy entendemos por un coche se limitaban a instalar un tablero sencillo ante el conductor, con unos cuantos relojes para indicar parámetros importantes del funcionamiento de la mecánica.

Eran tiempos en los que la fiabilidad no se daba por supuesta, y vigilar la carga del alternador, la presión de aceite o la temperatura del refrigerante era vital y obligatorio. En modelos más básicos y económicos, que son en los que nos vamos a centrar en este reportaje, con presupuestos muy recortados, no había dinero ni tan siquiera para contar con instrumentos, así que todo se reducía a mostrar un interior donde el panel que iba debajo del parabrisas era una tabla de madera barnizada, situada tras el volante.


Ford Model T de 1912

En los años veinte hasta los coches más económicos podían incorporar ya relojería e instrumentación. El diseño del salpicadero comenzó a evolucionar entonces, desde algo completamente sencillo y funcional, hacia algo más elaborado.

Inspirados por los muebles de madera de la época y los relojes suizos, los fabricantes de automóviles norteamericanos, como los del viejo continente, apostaron por integrar los cuadros de relojes como si fueran una suerte de adorno de joyería en sus paneles tras el volante.

Ford Model A 1929

La evolución siguió imparable hacia la segunda guerra mundial, y en los albores de la misma comenzamos a ver ya salpicaderos realmente trabajados en su diseño, incorporando cierto grado de orfebrería, con decoraciones que, si bien no eran necesarias, sí que ayudaban a dar al interior de los vehículos cierto aspecto de diseño típico en el interiorismo arquitectónico de la época.

Así, recordando a radios y gramolas de la época, podemos ver interiores más trabajados y mejor acabados.

Chrysler Imperial Business Coupe 1937

Uno de los interiores más llamativos que hemos encontrado tirando de hemeroteca ha sido el empleado por Ford en sus V8 Deluxe de 1942 (imagen inferior), donde la estética nos recuerda a una Jukebox de justo después de la segunda guerra mundial, por las curvas, la mezcla de cromados y la selección de colores y materiales.

Ford V8 Super Deluxe Station Wagon 1942

Pero el gran salto en diseño se dio al poco de terminar la segunda guerra mundial. Entre los jóvenes que volvían del frente militar y la afición por los aviones de combate a reacción, las tendencias automovilísticas y las visiones futurísticas coparon las mentes de toda una generación de diseñadores, ávidos por explorar temáticas inspiradas en los «jets» para decorar los salpicaderos de los coches.


En cualquier caso, antes de llegar a ese extremo, diseños más simplistas, como el del Ford Custom que tienes abajo, llegarían al mercado con paneles metálicos del color de la carrocería y cierto minimalismo en la forma de un único reloj, pero muy elaborado, tridimensional en su aspecto.

No había recarga de elementos, pero todo parecía, y parece, atractivo a la vista y al tacto.

Ford Custom Coupe 1949

La profusión de cromados, de múltiples relojes en múltiples planos, y el diseño inspirado en la aerodinámica de los aviones de combate (no sólo para los exteriores de grandes colas) lo podemos ver perfectamente en el Cadillac sixty-two de la imagen inferior.

En él podemos destacar también la elección del color «agua marina» para muchos elementos, el formato de salpicadero «barra de bar» que se conformaba como una repisa que giraba con el parabrisas panorámico, también de moda en la época.

Cadillac Sixty-Two 1958

Los velocímetros horizontales, en lugar de circulares, también se impondría como tendencia más allá de Estados Unidos. De hecho, curiosamente se impondría la tendencia de exportar estilos de diseño desde Estados Unidos hasta Europa, con modelos como los Simca 1000 o el Renault 8 copiando ideas de lo que en América, a una escala dimensional mucho mayor, funcionaba comercialmente.

Coches como el Ford Thunderbird tiraban por otro camino, con menos cromados, aunque conservando la idea del salpicadero plano en forma de barra de bar acompañando la luna panorámica.

Ford Thunderbird 1957

El uso de cuero y colroes claros y la multiplicidad de relojes seguía demostrando un amor por el diseño interior y la elaboración y decoración de los interiores, con un panal de genuino aluminio dividiendo las dos alturas del salpicadero.


Pero si hay un interior futurista, lleno de relojes, colorido y marcador de esta época dorada de los salpicaderos estadounidenses, ese es el del Corvette C1 en ese principio de los años sesenta.

Chevrolet Corvette C1, 1961

El uso del vibrante color rojo ya llamaba la atención. Los relojes claramente tridimensionales sobresaliendo del mismo, y los relojes auxiliares agrupados horizontalmente tras el volante daban ese toque técnico y tan de la época.

No había otro coche igual en el mercado.

Y entonces llegó el punto de inflexión y la caída con los años setenta. La llegada del plástico y el vinilo como materiales imperantes en los interiores facilitó una reducción salvaje de costes de producción y montaje en los interiores de los vehículos, pero también trajo consigo la pérdida del cuidado por los materiales distintos, los colores y los diseños complicados.

Dodge Dart Demon 1972

El interior del Dodge Dart Demon sólo nos anticipaba lo (malo) que estaba por venir, la tendencia y el gusto por las líneas rectas que pronto se combinaría con la explosión digital para dar lugar a interiores que, o bien eran demasiado sosos, o bien intentaban mostrar algo digital y futurista, sin un resultado que el tiempo haya juzgado como «interesante».

Ford Crown Victoria 1982

Los diseños más generalistas, como éste del Ford Crown Victoria (el taxi de Nueva York por antonomasia), demuestra una pérdida del gusto por el diseño. Se imponen las líneas rectas, lo que no tiene que ser por necesidad malo, pero se opta por una decoración con mucho plástico, y con madera falsa, donde los «tecnológicos equipamientos» quedarían rápidamente desfasados por un intento de apostar demasiado por un futuro que nunca llegaríamos a ver.

En coches prestacionales, como el Pontiac que tienes más abajo (y que se usaría como base para KITT), las cosas tampoco pintaban mejor…

Pontiac Firebird 1989, con curiosos mandos al volante

Los años noventa traerían la reintroducción de la curva a la temática de los salpicaderos, abandonando las líneas tan duras impuestas en los ochenta. Pero Estados Unidos estaba atrapado entonces en un camino en el que el diseño de salpicaderos no tenía lugar.

Se buscaba la sencillez, la ergonomía, lo económico, con materiales, ajustes y formatos totalmente pobres y nada inspiradores.

Ford Crown Victoria 1991

Incluso los intentos más valientes de diseñar cosas más atrevidas y deportivas, como el Mercury Cougar de finales de los noventa (nuestro Ford Cougar) acababan mal. Y no porque el diseño fuera tan malo en sí, sino porque el uso de materiales, los ajustes y las terminaciones no eran satisfactorias.

Lo que quería parecer aluminio, era plástico pintado en un gris con un tacto muy pobre. Las distancias entre piezas y sus ajustes, y el uso de elementos comunes entre modelos de las mismas marcas se cobraban su peso.

Mercury Cougar 1997

El principio de siglo siguió trayendo intentos de recuperar carga de diseño, como en el Chrysler 300M, con bastante carga de formas en su interior, pero con un nuevo mal juicio en ajustes, acabados y materiales.

Lo que parecía madera no era madera. Los plásticos eran duros, y crujían a los pocos días de uso.

Chrysler 300M 2004

El uso de botones «OEM» comunes seguía saltando demasiado a la vista, y quedaban forzosamente postizos, como también quedaban mal los múltiples displays de cristal líquido o LED negros con dígitos en verde azulado, que parecían sacados de un reloj digital de 5€.

Las distancias entre paneles plásticos también saltaban a la vista, para mal, y los volantes épicamente grandes, presididos por la necesidad de integrar grandes airbags que no se podían plegar como se hace ahora, tampoco ayudaban en nada.

Cadillac CTS 2002, ojo a la consola central, que parece un Mac

Ni coches enfocados un poco a la europea, como posible respuesta a los premium importados, como el Cadillac CTS a finales de la primera década de este siglo, lograban igualar lo que se estaba haciendo en Europa.

Pero entonces hubo un giro radical. Con la crisis financiera, con los rivales asiáticos y europeos apretando las tuercas a las tres grandes firmas de Detroit, éstas decidieron, por fin, responder, y aplicarse. Como si se hubieran puesto de acuerdo al mismo tiempo, decidieron abandonar los diseños más propios de décadas pasadas, y apostar por intentar algo mejor.

Cadillac CTS-V 2007

Un perfecto de esta transformación radical vivida en los últimos siete años es el radical salto adelante realizado por General Motors en su CTS, que pasó de tener el horrible aspecto que has visto más arriba, a tener el habitáculo que tienes justo en esta foto, sobre estas líneas, donde el interior recibió un acabado que mezclaba plástico «negro piano» con un salpicadero en genuino cuero, una pantalla retráctil, unos elaborados relojes y un ajuste de primera fila.

Ya no se veían lineas de partición entre elementos plásticos. Ya no había lugar para feos elementos OEM postizos en medio del salpicadero para los mandos de la climatización o la radio. Sí, todavía sobraba algo de cantidad de botoncitos y elementos, pero eso se ha ido curando en los años siguientes.

Cadillac CTS 2012

La evolución ahora lleva a los fabricantes a intentar minimizar la cantidad de botones físicos, tras una época donde «tener más botones era tener más tecnología» (mira el CTS de 2002). Los interiores estadounidenses han recuperado el gusto, el diseño, el carácter y los buenos acabados.

Si bien el futuro no lo podemos predecir con exactitud, lo que parece que han aprendido los tres grandes de Detroit es que en un mercado global, donde los productos extranjeros estaban ofreciendo interiores mucho mejores a los suyos, al final no podían seguir creando diseños vergonzosos, porque perdían clientes y sufrían el ataque de la opinión de los probadores.

Pero también resulta curioso ver cómo durante los años sesenta EEUU fue «la cuna del diseño», la vanguardia en ideas para interiores, y en cuestión de dos décadas perdieron ese liderazgo para pasar a tener «lo peor de lo peor».

Artículo originalmente publicado en abril de 2014, recuperado para Pistonudos
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